Lo primero que quiero decir es que los mineros sufren de neumoconiosis. La neumoconiosis es un conjunto de enfermedades respiratorias provocadas por la inhalación de partículas finas de polvo de mineral y que desarrollará una enfermedad u otra en función del mineral al que estemos expuestos. Por ejemplo, el polvo de roca (sílice) provocará silicosis; el de carbón, antracosis; el de hierro, siderosis; el de amianto, asbestosis... Como veis, cada mineral provoca una enfermedad diferente y todas ellas provocan un cuadro clínico común denominado neumoconiosis.
Pero, ¿cómo se contrae esta enfermedad? Antes de nada quiero aclarar que cada tipo de neumoconiosis tiene sus particularidades, pero voy a explicar lo que tienen en común. Dicho esto, vamos a ello.
Al trabajar en zonas en las que estamos expuestos a polvo mineral, lo inhalamos. En la mina, esto ocurre en casi todas partes, desde el picador que extrae el carbón, al barrenista que perfora la roca para hacer la pega, pasando por el maquinista que carga el carbón en los vagones o incluso el personal del lavadero. Es tremendamente fácil estar expuesto a este polvo.
Las partículas más grandes se quedan en la nariz, tráquea o bronquios, pero las más pequeñas pueden llegar a los bronquiolos o a los alveolos pulmonares y esto es lo más peligroso.
Estas partículas están compuestas de mineral muy fino, que es una sustancia inorgánica y ahí está la clave del asunto.
Nuestro sistema inmune dispone de muchas herramientas para librarse de los patógenos que puedan atacarnos, ya sean parásitos, bacterias, virus, hongos... pero no está contemplado el ataque por materia inorgánica.
Tenemos unas células llamadas macrófagos que se encargan de eliminar los cuerpos extraños y sustancias de deshecho de los tejidos mediante un proceso denominado "fagocitosis". El nombre viene del griego, donde "fago" significa comer y "cito" es célula, así que tenemos una célula que come. El proceso es parecido al de una ameba, en el que la célula rodea al cuerpo extraño con su membrana citoplasmática hasta introducirla en el interior celular. Una vez dentro, unos orgánulos llamados lisosomas se encargan de destruir ese cuerpo extraño mediante la liberación de enzimas. Por hacer un símil, es como si lo metiéramos en una bañera llena de ácido.
El problema recae en que las enzimas solo pueden atacar la materia orgánica, así que cuando el macrófago fagocita el polvo mineral, este no se destruye, sino que se almacena en su interior. Sigue fagocitando y almacenando mineral hasta que la membrana se rompe y se liberan al exterior los lisosomas. estos se ven rodeados de materia orgánica (los alveolos pulmonares) y empiezan con su proceso de destrucción ya que no contemplan poder estar fuera del macrófago. Poco a poco, nuestros lisosomas, creados con el fin de protegernos, están destruyendo nuestro tejido pulmonar y provocándonos la enfermedad.
Después, ocurren muchas más cosas, pero no quiero entrar en ello porque además de no ser un especialista, puede resultar bastante denso.
La introducción del martillo neumático implicó un incremento notable en la producción de mineral, pero también en la cantidad de polvo en suspensión, por lo que la neumoconiosis se acrecentó con este adelanto. El uso de mascarillas reduce la cantidad de polvo inhalado, pero no nos aísla por completo ya que se nos puede mover, sudamos, algunos tenemos barba y todo ello hace que el polvo se cuele y terminemos por respirarlo.
Se trata de una enfermedad que no tiene cura y que puede reducir nuestra calidad de vida o incluso matarnos, por lo que la prevención es la mejor manera de evitarla.
Si quieres saber más sobre la neumoconiosis o sobre cualquier otro tema relacionado con el mundo del carbón, no dudes en venir a visitarnos al Centro de Interpretación de la Minería de Barruelo de Santullán. ¡Te estamos esperando!
Óliver del Nozal
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